Ruiz Healy Art
New York New York
March 3- April 29 2022
Cecilia Biagini: Detour
I - La flaneuse
Podríamos entender a la práctica artística mediante la cual Biagini realizó las obras presentadas en esta exhibición como un detour: un corrimiento del camino o una suspensión temporal. Esta idea, a su vez, contiene destellos de la figura de la flaneuse, esa contraparte mujer del flaneur parisino del siglo XIX. Una mujer que vaga por las calles de la ciudad sin rumbo fijo, y absorbe aquello que se le presenta. El detour, entonces, es una contra-ruta. No sigue un camino directo, ni recto.
La obra Detour, la cual presta el título a la exhibición, se construye sobre un lienzo rosado con la grilla modernista donde Biagini realiza una puntillosa composición cromáticamente balanceada. Le superpone el segundo componente –quizás el detour de la obra–: una serie de varillas y formas orgánicas que, al estar suspendidas, generan cambiantes sombras sobre el lienzo, modificando la obra constantemente. A su vez, detour funciona como metáfora perfecta para describir la trayectoria vital y artística de Biagini sobre la cual quisiera detenerme.
II - Detour performático
Cecilia Eugenia Biagini nació el año de 1967 en Vicente López, provincia de Buenos Aires. Su primera instrucción formal en el arte fue en el teatro y la música. Tomaba clases de teatro en el club al que concurría su familia y por años concurrió a un conservatorio para piano, pero su desarrollo artístico fue frenado por la imposibilidad de hacerse de un piano en su hogar. Asistió al tradicional colegio, en ese entonces únicamente de mujeres, “Lenguas Vivas”, en el barrio de Retiro.
El advenimiento de la democracia trajo consigo el regreso de figuras del ámbito de la cultura al país, entre ellas a Roberto Villanueva exiliado en España, director teatral vinculado al arte moderno. Como adolescente, Biagini tomó clases de teatro con él, lo que le permitió incorporarse como actriz en varias obras del circuito comercial porteño. Esto dio inicio a una larga serie de participaciones en producciones de televisión y cine realizadas por destacados referentes del cine nacional como Lucrecia Martel, Tristán Bauer y Martín Rejtman.
En paralelo, Biagini exploró el teatro underground de Buenos Aires. Realizó pequeñas performances en espacios contraculturales como el Café Einstein, el Teatro de la cortada (Parakultural) y Palladium. Algunas de estas performances las realizó sola, otras junto a su amiga, la polifacética artista, Rosario Bléfari e incluso en agrupaciones más numerosas. De hecho, con las magras ganancias de algunas de estas actuaciones, Biagini consiguió una cámara Pentax detrás de la que se refugiaba al transitar la agitada noche porteña. El teatro y las artes visuales así se retroalimentaban. Era durante los momentos después del teatro cuando Biagini empezaba a dibujar y pintar.
III-Detour geográfico
La cámara la acercó a las experimentaciones de los procesos físicos y químicos que implicaba el hacer fotografía en ese entonces. Biagini retrataba el paisaje urbano diurno asiduamente, la noche y sus personajes, y la banda Suarez que lideraba Bléfari. La experimentación visual de Biagini comenzó con la fotografía, pero estuvo desde sus inicios ligada a otras artes.
Biagini fue seleccionada para participar dos veces, en 1994-95 y en 1997-98 en la prestigiosa beca Kuitca. Se trató de un espacio de acompañamiento y crítica colectiva dirigido por el artista Guillermo Kuitca. La pintura de Biagini, hasta entonces principalmente figurativa que desarrolló de forma autodidacta, se volvió, decididamente, abstracta.
El año 1998 fue clave en la trayectoria de esta artista, quizás el año del detour. Mientras cursaba la beca, Biagini viajó a Nueva York. Logró extender más de lo esperado su estadía y planificó su regreso asegurando una exhibición en una galería especializada en fotografía. También procuró regresar tras adquirir un órgano que casualmente se vendía abajo del departamento que alquilaba, compró ese instrumento que añoraba de niña, y entonces debía regresar a él. Tramitó su visa de artista y reside en Nueva York desde entonces. Aquel edificio no sólo tenía el negocio donde se encontraba a la venta el órgano, sino que también vivía un carpintero de quien Biagini tomó las primeras sobras de madera que luego utilizó en pequeñas obras. Incorporó así la escultura a su repertorio intermedial en 1998.
V- Detour musical
A pesar de este complejo vínculo con el piano, Biagini mantuvo una persistente conexión con la música. Tuvo muchos instrumentos como guitarras, batería, flauta dulce, quena, teclados a los cuales se acercaba desde la intuición. Incluso en los noventa formó parte de la banda “SBB” conformada por las artistas Alejandra Seeber, Florencia Bohtlingk y Rocío García Orza. Sin embargo, la música como forma de experimentación y práctica que requiere de disciplina reingresó a la vida de Biagini en Nueva York donde se acercó nuevamente a los estudios musicales, especialmente del violín, gracias al acompañamiento cercano de sus hijes en su educación musical hace unos años.
En algunas obras presentadas en Detour, Biagini integró un componente sonoro con el que viene explorando más formalmente hace algunos años. La artista venía experimentando con el potencial de imágenes para producir música. Varias obras exhibidas estaban acompañadas de un botón que al ser accionado, dejaba sonar unas piezas armadas por la artista con poemas y voces, violines, flauta y percusión. Biagini llama a este componente sonoro la construcción del “teatro de las obras”, retomando la centralidad que ha tenido lo escénico en su trayectoria. Detour estuvo acompañada de una performance en vivo de poesía, en la que participó la artista junto a Ayelén Agüero, Jazmín López, y una de violines junto a Aimée Niemann, y Nick Pauly (de forma virtual).
Biagini se sumerge completamente en el recorrido serpentoso de su práctica artística como la flaneuse se lanzaba a la ciudad y así construye obras que cobijan estos continuos desvíos.
Ayelen Pagnanelli
2022
_______________________________________________________________________________________
Para vos Norma Mía
Buenos Aires
Mente Infinita
Agosto 2021
Hacía muchísimo tiempo que los cables habían desaparecido. Verlos, y tocarlos después le causó confusión.
Hacia algunos días que meditaba sobre la posibilidad de entrar en la oscilación en Am3. En un momento , en cualquier momento de la mañana, le pareció el indicado para hacerlo pero Pauline_lin vislumbró un portal. Vio una obra_lin hecha de cielo y palos colgando que al moverse producía una onda sonora que abría constelaciones de frecuencias que se multiplicaban y reagrupaban muy placenteras. Así que pospuso la oscilación y acostándose al lado de ella, tomándole la mano pudo ver también los portales/ondas/frecuencias.
Había otra luz ahora, en esa transferencia espacio-tiempo, y una serie de enredos que se asociaban en diversas simultaneidades. Las formas que le parecían construían un mundo reconocible, se disgregaban en puntuaciones parecidas a pequeñas estrellas. La luz es una onda y en un punto tiene su sonido agudo el rayo del sol. El portal mostró una alucinación, agujeros en una tabla y alambres con color que conectaban las estrellas y los agujeros negros con un cuadro. Así eran las cosas desde la desaparición de los cables.
Se recostó unos minutos. Pensó en lo intangible que era el silencio y como una marea gravitacional todas las posibilidades de la voz se le acercaban a la mente, la voz de un pequeño pájaro, el viento rozando los pastos altos, las olas golpeando la arena, todas eran dimensionadas en una composición posible. Por eso las obras_lin del arte_lin atraen tanto relaciones personales (sin personas) como oscilaciones atmosféricas. Cuando se dieron la mano, una pequeña semilla de almendro nació con un inmenso laboratorio brujeril mágico como el de todo arte_ lin. La almendra era una pitonisa de la luz, del sonido y del amor.
Comex_lin, 2021
_______________________________________________________________________________________
Galeria Van Riel, Buenos Aires, Argentina, August, 2018
Ayelen Pagnanelli
Unidad de acción
El conjunto de obras de la artista argentina Cecilia Biagini aquí expuestas, creadas con diversos materiales y técnicas exploran el espacio plástico. Aunque quizás también, sean una búsqueda del espacio que habitamos.
Las pinturas de Biagini, aunque abstractas, delimitan un espacio de acción y tienen peso. Juegos de líneas curvas y bloques de color crean figuras y les otorgan densidad. Esas mismas operaciones que las crean son las que las desarman, dejándolas sin bordes, sacándoles corporeidad y simultáneamente deconstruyéndolas.
Los relieves muchas veces son líneas curvas que, como vectores, indican fuerzas sobre el espacio. Estas formas son en verdad un conjunto de bloques rectangulares, rectos, monocromos, de colores tierra, azules, celestes y blancos. Lo que parece a primera vista un continuo, está constituido por formas independientes en el plano.
Este proceso es más claro en las esculturas de Biagini. Construidas por delgadas varas, estas esculturas son aún más frágiles que los relieves. Los objetos que una imaginaría que fuesen más firmes, no lo son. Biagini trabaja sobre la geometría y sobre cómo esta interactúa con el espacio en los diversos medios que utiliza. Estas acciones parecen también ser una interrogación sobre el espacio que habitamos.
Podemos reconocer en los lenguajes abstractos de estas obras, nuestra rica historia de artistas abstractas mujeres desde los trabajos de Yente en la década de 1930. Sin embargo, Biagini crea estas obras en Nueva York, como extranjera, en una tierra donde la abstracción latinoamericana y sus sueños utópicos pasan desapercibidos en una abstracción que allí, históricamente, aparentó ser expresión de libertad.
En esta selección de obras recientes de Biagini existe una tensión entre los materiales y los objetos que estos construyen; al mismo tiempo hay una unidad en las búsquedas plásticas del espacio. Ese espacio que también habitamos.
Ayelen Pagnanelli
_____________________________________________________________________________________
Praxis International Art, NY NY, 2015
Karen Grimson
abstract rationale
La pregunta por el por qué de la evolución de los estilos está signada por la presencia obligatoria de una mirada retrospectiva. En el tiempo presente, en la experiencia del vértigo moderno, la vida en la gran ciudad, solo sabemos de la imprevisibilidad del desarrollo auténtico. El tiempo es breve pero permite vislumbrar una fractura en la pintura actual de Cecilia Biagini para con su manera anterior, una despedida del dibujo estructural más explícito, una nueva sutileza constructiva.
La razón plástica de la pintura abstracta, su razón de ser, será siempre la de su propia investigación formal. Como el heroísmo productivo de los constructivistas, interrumpido en su proyecto utópico por las circunstancias de la realidad rusa pos revolucionaria, el espíritu constructivo de Biagini se detiene en su marcha. Pausa. La retícula constructiva estalla, resultando en breves tajos que rajan el aire del plano, como aquel primer tajo con el que Lucio Fontana trascendía la superficie, habilitando la exploración del espacio. Líneas en fuga, incontenibles, dejan al descubierto la porosidad del espacio, el esqueleto de las cosas.
Como en topología, esa rama de las matemáticas que estudia los cuerpos geométricos cuyas propiedades espaciales permanecen inalteradas, la obra de Cecilia es susceptible al cambio sin arriesgar su cualidad espacial. El estilo ha cambiado, pero el espacio en su obra, su corporaleidad física absoluta, como la los objetos topológicos, perdura. Cecilia insiste en la búsqueda del proceso, conducida por un radicalismo esquemático, siempre elocuente; pero a pesar de la variación incesante de su manera pictórica, hay un orden diagramático que subyace estacionado. La novedad en esta pintura no borra la huella de su antecedente. Como un palimpsesto, el rastro de la retícula primitiva permanece a la vista, subtexto del constructivismo herido.
El dibujo inquisitivo, inquieto e irrefrenable, cristaliza en la serie de maderas pintadas, esculturas en las que los planos se construyen por tonos de color. Aquí el color es el plano y también la línea; el color es fondo, figura, forma y contenido. Color que construye arquitecturas imaginadas, formas nuevas libradas de la tiranía de la función utilitaria. Planos de color articulados según la estrategia constructiva del ensamblado de piezas, que resultan en maderas mecánicas. Esculturas transformables a la manera de los Röyi de Gyula Kosice, los juguetes de Torres-García, los bichos de Lygia Clark, y eventualmente las reticulareas de Gego. Obras proto-cinéticas que contienen la herencia de una genealogía de la abstracción geométrica latinoamericana, y a la vez germinan posibilidades infinitas en el movimiento de las masas. Piezas anacrónicas que han llegado a no tener edad, porque bien podrían haber sido ensambladas ayer o antiguamente, por fuera del tiempo.
A pesar de la variación incesante de su manera pictórica, en sus esculturas es donde el estilo de Cecilia alcanza su permanencia. Escultura que contiene las múltiples posibilidades de su propia re-estructuración en la movilidad de sus piezas. Inmanencia de la escultura cinética que contiene su propio fin.
Tal vez sea un canto de victoria del racionalismo constructivo, lo cierto es que su obra se instala en el entre-dos de la abstracción y la construcción, dos maneras distintas de distanciarse de un modo de representación imitativo. Abstract como la sinopsis inicial en los artículos científicos, un resumen que oculta y contiene un desarrollo inmenso. Rationale como la base de un accionar, los cimientos lógicos que dictan las infinitas transformaciones. Entre el ideal y la presencia de lo construído, entre la representación y el racionalismo constructivo, el ícono.
KG
New York, 2015
______________________________________________________________
CONTINUIDADES Y DESVIOS
“Line experiences many fates.
Each creates a particular, specific world,
from schematic limitation to unlimited expressivity”
Vasily Kandinsky, “On Line”, 1919
Cecilia Biagini abre las puertas de su taller en Bedstuy, Brooklyn e invita a su mundo a escapar. Por todos lados, grillas ondulantes y teselas de colores se despliegan en una intensa exploración del espacio. El aire se llena de estas líneas animadas que se desprenden del plano, embaladas en recorridos imprevisibles, fluidos y simultáneos. Incontenibles, abandonan el plano y se reasumen en los móviles y esculturas que son la objetivación de estas mismas figuras en el espacio.
Soluciones concretistas sin la moralina del arte concreto. Simpleza que intriga.
Desde su inmaculada concepción, la línea de Biagini es juego: atrevida, desafía la bidimensionalidad de la tela y burla la rigidez de la retícula. El método compositivo la ha dejado en libertad. Un dibujo de imperfecta perspectiva le concede su devenir orgánico: liberada del dogma geométrico, parece respirar. Continuidades y Desvíos son los recorridos de esta línea, los senderos trazados en su libre exploración y abandono del plano. Este dinamismo de la línea es el tiempo del dibujo: un tiempo de anacronismos ante el cual la mirada debe re-activar. Si parece cobrar vida, si nos engaña su cercanía a la imagen digital, es porque nos interpela en nuestra familiaridad más próxima. Miremos de nuevo, y más de cerca.
Como en las aguas del Delta, allende la superficie, un mundo misterioso.
Hay un espacio en las pinturas de Biagini, que existe más allá de las líneas, de la retícula y del plano. La grilla desestabilizada devela un contenido oculto, visible quizás solo para su creador. A través de la línea, entrevemos un mundo de color plano, el vacío. Misterio de intensidad. En ese silencio de lo que permanece oculto, en esa intensidad, existe la pausa. Invitados por el movimiento de su silueta, ingresamos al silencio. Permanezcamos ahí, alienados dentro de esta espiral de aislamiento: ritmos que invitan al silencio; líneas que contienen un mundo.
Kaia Grimson
Nueva York, 2012
______________________________________________________________
Intermitencias
Planos conciliados, exentos de conflicto, donde la sucesión de formas niega cualquier distinción entre original y copia. Los fotogramas de Cecilia Biagini son el ingreso hacia un cosmos armónico que se presenta al espectador como testimonio de un universo infinito en su multiplicidad. La acumulación sobreviene en el espacio vacío y se impone como premisa. Cecilia busca la intersección, la superposición y la multiplicación, procesos que, lejos de suponer una amenaza, participan del equilibrio de las composiciones. Es en el pliegue, en los bordes, en los márgenes de los elementos y de los fondos donde la artista construye su espacio.
En los universos creados por Biagini no se persigue el razonamiento formal de la composición, sino que es el azar el demiurgo que orienta los componentes de la obra, que parecen flotar y desplazarse con una delicadeza ingrávida, casi en cámara lenta, ejecutando una danza silenciosa.
El proceso de creación de los fotogramas comienza con un dinamismo performático que Cecilia ejecuta en el cuarto oscuro. Como para un ritual que requiere de instrumentos solemnes, recolecta alambres, tijeras, papeles, telas y cables; los vacía de su significado profano y los sacraliza en su universo lumínico, convertidos en fragmentos de colores y formas deslumbrantes. Los fotogramas, resultado de una coreografía a ciegas de la artista con los materiales, se ubican fuera del tiempo y del espacio, abandonan cualquier posibilidad de referencialidad y se aproximan a lo universal. De esta manera, asumen la idea abstracta de belleza, y reproducen la dimensión aurática que trasciende a una esfera distinta, afirmada en el valor estético.
Cecilia Biagini, en esta muestra virtual, nos ofrece la posibilidad de fantasear con escenas todavía más lumínicas, más deslumbrantes de lo imaginable. Sus obras son sugestivas al punto de insinuar que si logramos traspasar los límites que enmarcan sus imágenes, hallaremos ese ámbito infinito que contiene las premisas de todo lo bello.
Belén Bauzá, 2009
______________________________________________________________
Una mecánica infinita
Sencillas, armoniosas, sugestivas, elementales…, así aparecen las formas convocadas por Cecilia Biagini. En un recorrido que va de la bidimensionalidad del plano visual a la integración de la obra en el espacio real -cuestión debatida ampliamente en el desarrollo de las poéticas abstractas de los años ’40- la artista no descuida el problema de la belleza ya que aporta una dimensión más humana a esos formalismos.
Invitando al espectador a compartir el placer que procuran sus imágenes, en el simple e infinito juego de relaciones cromáticas y formales, Cecilia avanza en un paisaje poblado de acentos líricos y poéticos.
Los caminos que transita la artista son diversos. Por momentos, son sus fotogramas los que, mediante superposiciones y transparencias, van generando un campo aleatorio, semejante al que vemos en el juego del caleidoscopio, término cuya etimología (kalós - eídos - scopéo ‘observar una imagen bella’) nos sugiere una buena síntesis para las obras de Biagini.
En cuanto a sus versátiles estructuras móviles, éstas parecen reclamar una necesaria participación del receptor. Así, del “yo pienso” como paradigma de la razón, la artista pasa al “yo percibo” cuando, al suspender del techo una estructura de tubos de acrílico transparente, Biagini asigna un lugar destacado al espectador. En la medida en que sus capacidades perceptivas imponen su fuerte presencia física en el espacio, tal como lo sugiere la fenomenología de Merleau-Ponty, los efectos de las transparencias de la obra en movimiento continuo transforman el entorno circundante.
Por otro lado, trazando una genealogía que parte del neoplasticismo arquitectónico de Mondrian hasta llegar a las atmósferas cromoplásticas de Tomasello, Cecilia Biagini juega también con el ensamblaje de formas cúbicas coloreadas para transformar la rigidez de los cuerpos geométricos en sutiles estructuras que se dilatan en la sintaxis poética del color y de la luz.
Es, en suma, en los inagotables territorios de la percepción sensorial donde la artista experimenta sus alternativas expresivas. Ámbito que, como sugiere Pessoa en su Libro del desasosiego, nos permite acceder a un mundo inédito de dilatados territorios desconocidos.
Malena Babino
Julio de 2009